Semana Santa

Horario de Semana Santa 2022

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

La Semana Santa

Explicación de la celebración

La Semana Santa es el momento litúrgico más intenso de todo el año. Sin embargo, para muchos católicos se ha convertido sólo en una ocasión de descanso y diversión. Se olvidan de lo esencial: esta semana la debemos dedicar a la oración y la reflexión en los misterios de la Pasión y Muerte de Jesús para aprovechar todas las gracias que esto nos trae.

Para vivir la Semana Santa, debemos darle a Dios el primer lugar y participar en toda la riqueza de las celebraciones propias de este tiempo litúrgico.

A la Semana Santa se le llamaba en un principio “La Gran Semana”. Ahora se le llama Semana Santa o Semana Mayor y a sus días se les dice días santos. Esta semana comienza con el Domingo de Ramos y termina con el Domingo de Pascua.

Vivir la Semana Santa es acompañar a Jesús con nuestra oración, sacrificios y el arrepentimiento de nuestros pecados. Asistir al Sacramento de la Penitencia en estos días para morir al pecado y resucitar con Cristo el día de Pascua.

Lo importante de este tiempo no es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección, que es primicia de la nuestra.

La Semana Santa fue la última semana de Cristo en la tierra. Su Resurrección nos recuerda que los hombres fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios.

Domingo de Ramos:

Celebramos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén en la que todo el pueblo lo alaba como rey con cantos y palmas. Por esto, nosotros llevamos nuestras palmas a la Iglesia para que las bendigan ese día y participamos en la misa.

 

Jueves Santo:

Este día recordamos la Última Cena de Jesús con sus apóstoles en la que les lavó los pies dándonos un ejemplo de servicialidad. En la Última Cena, Jesús se quedó con nosotros en el pan y en el vino, nos dejó su cuerpo y su sangre. Es el jueves santo cuando instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio. Al terminar la última cena, Jesús se fue a orar, al Huerto de los Olivos. Ahí pasó toda la noche y después de mucho tiempo de oración, llegaron a aprehenderlo.
 

Viernes Santo:

Ese día recordamos la Pasión de Nuestro Señor: Su prisión, los interrogatorios de Herodes y Pilato; la flagelación, la coronación de espinas y la crucifixión. Lo conmemoramos con un Vía Crucis solemne y con la ceremonia de la Adoración de la Cruz.
 

Sábado Santo o Sábado de Gloria:

Se recuerda el día que pasó entre la muerte y la Resurrección de Jesús. Es un día de luto y tristeza pues no tenemos a Jesús entre nosotros. Las imágenes se cubren y los sagrarios están abiertos. Por la noche se lleva a cabo una vigilia pascual para celebrar la Resurrección de Jesús. Vigilia quiere decir “ la tarde y noche anteriores a una fiesta.”. En esta celebración se acostumbra bendecir el agua y encender las velas en señal de la Resurrección de Cristo, la gran fiesta de los católicos.

Domingo de Resurrección o Domingo de Pascua:

Es el día más importante y más alegre para todos nosotros, los católicos, ya que Jesús venció a la muerte y nos dio la vida. Esto quiere decir que Cristo nos da la oportunidad de salvarnos, de entrar al Cielo y vivir siempre felices en compañía de Dios. Pascua es el paso de la muerte a la vida.
 

¿Por qué la Semana Santa cambia de fecha cada año?

El pueblo judío celebraba la fiesta de pascua en recuerdo de la liberación de la esclavitud de Egipto, el día de la primera luna llena de primavera. Esta fecha la fijaban en base al año lunar y no al año solar de nuestro calendario moderno. Es por esta razón que cada año la Semana Santa cambia de día, pues se le hace coincidir con la luna llena.

En la fiesta de la Pascua, los judíos se reunían a comer cordero asado y ensaladas de hierbas amargas, recitar bendiciones y cantar salmos. Brindaban por la liberación de la esclavitud.

Jesús es el nuevo cordero pascual que nos trae la nueva liberación, del pecado y de la muerte.

Sugerencias para vivir la Semana Santa

 

 

  • Asistir en familia o a los oficios y ceremonias propios de la Semana Santa porque la vivencia cristiana de estos misterios debe ser comunitaria.
  • Se puede organizar una pequeña representación acerca de la Semana Santa.
  • Poner algún propósito concreto a seguir para cada uno de los días de la Semana Santa.
  • Elaborar unos cartelones en los que se escriba acerca de los días de la Semana Santa y algunas ideas importantes acerca de cada uno de los días.

 

 

 

El Santo Triduo Pascual y la Indulgencia Plenaria

 

Durante la Semana Santa podemos ganar para nosotros o para los difuntos el don de la Indulgencia Plenaria.

 

Durante la Semana Santa podemos ganar para nosotros o para los difuntos el don de la Indulgencia Plenaria si realizamos algunas de las siguientes obras establecidas por la Santa Sede.

Obras que gozan del don de la Indulgencia Plenaria en Semana Santa:

Jueves Santo

1. Si durante la solemne reserva del Santísimo Sacramento, que sigue a la Misa de la Cena del Señor, recitamos o cantamos el himno eucarístico del “Tantum Ergo” (“Adorad Postrados”).

2. Si visitamos por espacio de media hora el Santísimo Sacramento reservado en el Monumento para adorarlo.

Viernes Santo

1. Si el Viernes Santo asistimos piadosamente a la Adoración de la Cruz en la solemne celebración de la Pasión del Señor.

Sábado Santo

1. Si rezamos juntos el rezo del Santo Rosario.

Vigilia Pascual

1. Si asistimos a la celebración de la Vigilia Pascual (Sábado Santo por la noche) y en ella renovamos las promesas de nuestro Santo Bautismo.

Condiciones:
Para ganar la Indulgencia Plenaria además de haber realizado la obra enriquecida se requiere el cumplimiento de las siguientes condiciones:

a. Exclusión de todo afecto hacia cualquier pecado, incluso venial.

b. Confesión sacramental, Comunión eucarística y Oración por las intenciones del Sumo Pontífice. Estas tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de la ejecución de la obra enriquecida con la Indulgencia Plenaria; pero conviene que la comunión y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice se realicen el mismo día en que se cumple la obra.

Es oportuno señalar que con una sola confesión sacramental pueden ganarse varias indulgencias. Conviene, no obstante, que se reciba frecuentemente la gracia del sacramento de la Penitencia, para ahondar en la conversión y en la pureza de corazón. En cambio, con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Santo Padre sólo se gana una Indulgencia Plenaria.

La condición de orar por las intenciones del Sumo Pontífice se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y Avemaría; pero se concede a cada fiel cristiano la facultad de rezar cualquier otra fórmula, según su piedad y devoción.

Semana Santa… una más en nuestras vidas

 

Tenemos un Domingo de Ramos donde todo parece alborozo a la entrada de Jesús en Jerusalén, palmas y loas, alegría y vítores que luego nos harán comprender lo fugaz y voluble que son los sentimientos humamos…

Un Jueves Santo en cuya noche, antes de ser entregado al sufrimiento de su Pasión, Cristo va a dejarnos la mejor prenda de amor, una misteriosa y sorprendente donación que solo a un Dios en una locura de enamorado se le puede ocurrir… convertirse en Pan para poderse dar en alimento y así darnos la vida eterna.

Después, un Viernes Santo con una madrugada atado a una columna mientras el látigo cae una y otra vez sobre su espalda, una corona de espinas, que desgarra la piel de su cabeza y su frente como corona de Rey, un manto de color púrpura sobre sus hombros llagados y sobre el rostro golpes y salivazos. Y unos ojos tristes que miran sin rencor a los que a si lo tratan y torturan. Ya entrada la mañana, una cruz, pesado madero que hay que llevar camino del monte Calvario: insultos, voces y gritos, empujones y caídas, pero nada, ningún dolor se puede comparar como saber que su Madre lo acompaña y está entre esa gente que lo conduce a la muerte y cuando se encuentran…¡no cabe más dolor en el mundo que esa mirada de la Madre con la del Hijo!.

Luego los clavos en pies y manos y unos brazos que se abren como queriendo abrazar a todo el género humano cuando la cruz es levantada: Cuando yo sea levantado de la tierra ,atraeré a todos hacia mi (Juan 12,34). Y una petición al Padre antes de morir:¡ Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen (Lucas 23, 34).

Si profundizamos, si nos detenemos, si meditamos un poco en esta forma de amar, en esta entrega total del Hijo de Dios hacia los hombres es imposible no caer de rodillas para adorar esa imagen de un Dios clavado en una cruz, deseando corresponder con una muestra, aunque sea tan limitada, como es la nuestra, a ese amor.

Y después de su muerte… ¡ese glorioso y radiante amanecer del Domingo de Resurrección!.

CRISTO RESUCITA, HA VENCIDO A LA MUERTE.

Y esa Resurrección de Cristo nos hace responsables de una vida diferente, de un hecho que nos empuja a dar testimonio de una fe fundada en la grandeza que nos corresponde como hijos de Dios, porque esa resurrección se hace plenamente, cuando después de afirmarla, modificamos nuestra vida personal.

Estamos pues, a punto de entrar a esta Semana Santa. Una más en nuestras vidas pero con la oportunidad de vivirla de una manera diferente, abriéndonos sin miedo a buscar ese manantial de amor y gratitud que guarda nuestro corazón y que a veces no lo dejamos brotar como decía el Papa Juan Pablo II: Como creyentes hemos de abrirnos a una existencia que se distinga por la gratuidad, entregándonos a nosotros mismos ,sin reserva a Dios y al prójimo.

FELICES PASCUAS PARA TODOS Y QUE ESTA RESURRECCIÓN DE CRISTO SEA UNA RESURRECCIÓN PERSONAL EN CADA UNO.

El sepulcro vacío de Jerusalén

 
 
Hace tan solo unas semanas que retornó de Tierra Santa la peregrinación diocesana de San Sebastián. Cuando llegamos a la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén -auténtico culmen de la peregrinación-, resonó en nosotros de forma singular el anuncio del Evangelio: “No está aquí, ¡ha resucitado!” (Lc 24, 6; Mc 16, 6; Mt 28, 6). De una manera muy gráfica, se nos hacía patente la diferencia entre las peregrinaciones a Roma o a Santiago de Compostela, en las que se visitan los sepulcros de los apóstoles Pedro y Santiago; y el encuentro con el sepulcro vacío de Jesús en Tierra Santa. El de Jerusalén, es el único sepulcro vacío del mundo y de la historia, puesto que en todos los demás reposan los cuerpos de los difuntos en espera de la resurrección final.
 
La peregrinación a Tierra Santa ha sido designada como el “quinto evangelio”; y, ciertamente, aporta mucha luz para la comprensión de los cuatro evangelios; especialmente en el momento actual, en el que se tiende a deshistorizar los relatos del Nuevo Testamento, algo que ha estado tan en boga en las últimas décadas. Frente a la tendencia a reducir los evangelios a unas meras enseñanzas morales y espirituales, la visita a la Tierra Santa remarca fuertemente la dimensión histórica del mensaje de Cristo: “Aquí, el Verbo se hizo carne”; “Aquí nació Jesús”; “Aquí fue crucificado”; “Aquí resucitó”… Y es que, lo mejor del Evangelio no es simplemente que sea “bello” y “bueno”; sino que, al mismo tiempo, es “verdadero”. Insisto: la peregrinación a Tierra Santa es un buen antídoto frente a la deshistorización del mensaje cristiano.
 

Uno de los ejemplos más clamorosos es el referido a la resurrección de Jesús. Algunos teólogos, en su intento de conseguir que la fe cristiana esté plenamente integrada en los parámetros de la cultura contemporánea, pretendieron realizar una reinterpretación de la resurrección, de forma que la fe cristiana en la resurrección de Jesucristo no implicase la historicidad del sepulcro vacío, la revivificación del cadáver, ni las apariciones de Jesucristo resucitado a los apóstoles. Todo eso no serían más que construcciones literarias de los evangelios. Para estos autores, la resurrección de Cristo se reduce a la experiencia subjetiva de que Jesús vive dentro de nosotros, y de que inspira nuestra existencia.

 
 
La respuesta de la Iglesia Católica es contundente a la hora de rechazar este tipo de explicaciones que vacían de contenido la fe en la resurrección de Jesús. Aunque la resurrección de Cristo supera el orden natural para entrar en una dimensión trascendente, es imposible interpretarla fuera del orden físico, y es inadmisible la negación del hecho histórico sucedido en el sepulcro vacío de Jerusalén.
 

Para responder a este tipo de interpretaciones racionalistas de la fe, ya en el año 1970, el ahora beato Pablo VI convocó un Simposio Internacional de Teólogos Católicos bajo el nombre de “Resurrexit”. El combate por la defensa de la fe fue coronado por San Juan Pablo II con la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. En él se confiesa la fe en la resurrección de una forma inequívoca, en plena sintonía con la Tradición de la Iglesia: La fe de los discípulos no es el fundamento de las apariciones de Jesús resucitado y del sepulcro vacío. Justamente es al revés; son aquellos acontecimientos históricos -el sepulcro vacío y las apariciones del Señor resucitado- el fundamento de la fe de los apóstoles: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente” (Jn 20, 27).

 
 
El año 2006 la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, publicó una Instrucción Pastoral, con el nombre de “Teología y secularización en España”, en la que salía al paso de estos errores con nitidez: “En algunas cristologías se perciben los siguientes vacíos:
 
  1. Una incorrecta metodología teológica, por cuanto se pretende leer la Sagrada Escritura al margen de la Tradición eclesial y con criterios únicamente histórico-críticos, sin explicitar sus presupuestos ni advertir de sus límites;
  2. Sospecha de que la humanidad de Jesucristo se ve amenazada si se afirma su divinidad;
  3. Ruptura entre el “Jesús histórico” y el “Cristo de la fe”, como si este último fuera el resultado de distintas experiencias de la figura de Jesús desde los Apóstoles hasta nuestros días;
  4. Negación del carácter real, histórico y trascendente de la resurrección de Cristo, reduciéndola a la mera experiencia subjetiva de los apóstoles;
  5. Oscurecimiento de nociones fundamentales de la Profesión de fe en el Misterio de Cristo: entre otras, su preexistencia, filiación divina, conciencia de Sí, de su Muerte y misión redentora, Resurrección, Ascensión y Glorificación”.

 

Volviendo al inicio de nuestro artículo, es decir, retomando la experiencia de nuestra peregrinación a Tierra Santa, es necesario hacer una matización importante. En realidad, no es cierto que el sepulcro de Cristo sea el único sepulcro vacío del mundo y de la historia. Existe un segundo sepulcro vacío: el de la Madre del Redentor. En efecto, en Jerusalén, al pie del Monte de los Olivos, y junto al Torrente Cedrón, se venera la tumba de la Virgen María, desde la cual fue asunta al Cielo y glorificada en cuerpo y alma. La fiesta que celebramos el 15 de agosto -Asunción de María a los Cielos en cuerpo y alma- nos recuerda que Ella ha recibido ya el don de la resurrección de forma adelantada, mientras que el resto de los santos esperan participar de la resurrección de Cristo en la parusía. Por algo ella es la Madre del Resucitado. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
 
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Personajes de la Pasión: ¿en cuál te reflejas?

 
 
La Pasión de Cristo hay que leerla en directo, en vivo y como protagonistas. Nadie puede pasar por esas impresionantes páginas y quedar igual.
Todos estamos reflejados en alguno o en algunos de los personajes de la Pasión de Cristo.
¿Es que acaso no hemos tenido algún gesto hermoso con nuestro hermano, ese Cristo viviente, como hizo la Verónica con Cristo? ¿No hemos ayudado nunca a alguien a llevar la cruz, cualquier cruz, sea física o moral, como el Cireneo con Jesús?
¿No es verdad que también a veces nos hemos comportado como Pedro, que le niega, o como Judas, que lo traiciona villanamente, o como los demás que lo abandonan? ¿Esos soldados y esbirros que azotan cruelmente a Jesús no nos recuerdan que en alguna ocasión hemos sido así con nuestro prójimo?
Sin duda alguna que muchas veces podemos compararnos con san Juan evangelista, fieles a Cristo hasta la cruz. O como María, la tierna Madre que fue un sostén para su Hijo amado.
Pilato hemos sido tantas veces, al lavarnos las manos cobardemente y no defender a Cristo ante los demás. Y también Anás y Caifás, hombres prepotentes y soberbios, que por envidia condenan a Cristo. Y nosotros, por envidia, nos deshicimos de “ese” que nos caía mal.
En la Pasión de Cristo nos vemos reflejados un poco todos los hombres de ayer, de hoy y de siempre. La Pasión la vive Cristo por nosotros, a causa de nosotros y en lugar de nosotros.
Ojalá que al repasar estos personajes sintamos una profunda pena y dolor inmenso, por haber ofendido a Cristo, y, sobre todo, un deseo sincero de acercarnos a Cristo, pedirle perdón y aceptar de nuevo su amistad.
Cristo, perdónanos.
 
Cristo, acéptanos de nuevo como amigos.
 
Cristo, aquí nos tienes.
 
 
 

Vivir la Semana Santa sin procesiones

 

Hace tiempo me marché de España a vivir en otros países durante unos años, de un lado a otro fui y comprobé que cada Semana Santa, en todos los lugares, la Iglesia se despliega para hacernos recordar el Misterio Pascual de Cristo: su Pasión, Muerte y Resurrección.
 
Las celebraciones son múltiples y la riqueza de las expresiones plásticas de la piedad popular maravillosas, pero en el entorno de España es especialmente atractivo y forma parte de nuestras más profundas tradiciones que, como en carrera de relevo, como un testigo, recibimos de nuestros padres y pasamos a nuestros hijos.
 

Son expresiones tan variadas como la imaginación humana, pero todas nos ayudan a meter por los sentidos el Misterio de los días finales de Jesús en nuestra tierra antes de marchar al Padre.

 
 

Impacto para los sentidos

Después de casi 25 años fuera, en Italia y en Kenia, volver a Sevilla constituyó una experiencia que no anticipé. Lo primero que me sorprendió fue el impacto en cada uno de los sentidos con una belleza y armonía inesperadas. Lo que vi se refería a la muerte terrible de un hombre, que era Dios, crucificado como un animal. Sin embargo, la belleza de las imágenes es increíble. Lo mismo, o más si cabe, ocurre con las imágenes de la Virgen.
 
No era menos bella la música que parecía que iba al son del movimiento de los pasos. Pero no quedaba allí la cosa, el olor era embriagador: el azahar de los naranjos en flor, las flores, la cera… Hasta el sudor de los costaleros se añadía a esa mezcla curiosa.
 

El pueblo llano me enseñó que no solo eran la vista, el oído y el olfato los impactados, sino que al pasar las imágenes en medio de la calle, la gente humilde se acercaban al paso y lo tocaban con sus manos como intentando robar un poquito de gracia, dones y santidad, para ver si se pega algo de toda esta historia de dolor por Amor a todos los hombres.

Me faltaba un sentido: el gusto. No me defraudaron mis compañeros cuando, después de pasar la cofradía, alguien dijo el proverbial: “Vamos a tomarnos algo”. ¡Todos los sentidos impactados! Una Semana Santa sin procesiones, como esta, será una Semana Santa a la que le faltará algo muy importante para nosotros.

 
 
Memorial de los misterios de la fe
 

No obstante, nuestra fe e inteligencia nos recuerda que lo esencial, aunque indispensable, nos sabe a poco. Porque nuestra inteligencia exige la verdad, nuestra voluntad el bien, pero nuestros sentimientos exigen la belleza y en esas expresiones, nos gusten más o menos, hay que decir que son un diez.

Puede parecer que no estoy hablando de una Semana Santa sin procesiones, pero en lo que quiero hacer hincapié es en que lo esencial es el memorial que los cristianos vivimos hacia los misterios de nuestra fe.

 
 

Él nos amó primero

Como muy bien explicaba el Papa Francisco, un memorial no es solo un recuerdo de algo que ocurrió en el pasado, sino que ese recuerdo hace presente aquello que ocurrió y que es el centro de nuestra vida cristiana y que el Credo nos recuerda todos los domingos: Porque por nosotros y por nuestros pecados murió Jesucristo.
 
O como enriquece el Catecismo ante la pregunta: “¿Por qué la Santa Cruz es la señal del cristiano?”. Nuestra fe se ilumina con esta respuesta: Porque en ella murió Jesucristo, por Amor a nosotros, para perdonarnos de nuestros pecados. La situación ahora nos exige unas normas tremendas, pero el Misterio es el mismo: Un Dios que envió a su hijo a morir por nosotros y por Amor. Él nos amó primero.
 
Por último, quisiera compartir un poema atribuido a Antonio Linares Lucena que expone este mensaje con gran belleza.
 
“Hay quien dice y no es verdad que no saldrá el Penitente, el viernes de Madrugá,
 

y que Jesús, como siempre, no hará su entrada triunfal,

entre palmas que le ofrecen un nuevo Domingo más.

Y dicen que así será, que no habrá reo de muerte, ni olivos donde rezar,
 

ni una madre, inmensa pena, que va llorando detrás.

Hay quien dice y nos es verdad, porque en el alma lo llevas, y en tus rezos siempre están,

aunque este año no salgan al cofrade le da igual,

que en su casa lleva puesta la capa de su hermandad

y una medalla en  el pecho, a hierro y a fuego marcá.

Hay quien dice y no es verdad, que no verás nazarenos, en hileras desfilar,
 

y que la luz de tu vela, nadie la encenderá

que no habrá capas ni cera, ni palios ni chicotás

y que no habrá mantilleras, viendo a Cristo pasar

y que no habrá costaleros, ni hombros en el varal.

Hay quien dice y no es verdad, porque juntos lograremos vencer la enfermedad,

ese será nuestro anhelo, nuestra mejor levantá.

Hay quien dice y no es verdad, que no se oirán los tambores,

pero irá marcando el paso, convertido en oraciones,

en latidos fervorosos que marcan los corazones

de una hueste musical, la bandas y agrupaciones irán al mismo compás.

Hay quien dice y no es verdad, que no verás en tu puerta, ni a María ni a san Juan

y a Jesús por saetas, ya nadie le cantará, ni estará tu puerta abierta,

por si escucharas sus sones, en una calle desierta; mas de abrirán los balcones

y nacerán mil promesas, entre aplausos y ovaciones

por los héroes que se enfrentan, a la muerte sin temores,

tus palmas serán la letra, de las saetas mejores.

Hay quien dice, y no es verdad, que en sureña tierra mía Semana Santa no habrá,

ni un ¡olé! en la amanecía; y lo mismo que nos da,

que Cristo estará esos días contigo en un hospital,

al lado de un policía, al lado de un militar,

con los jóvenes que esperan, volverse a abrazar y recobrar su alegría,

y Cristo siempre estará, contigo en la carretera, sorteando el temporal;

contigo que el alma entregas, en esa tienda vacía, de un barrio de tu ciudad,

Cristo siempre te espera, y en tu casa siempre está,

sigue viviendo en la mía, sigue viviendo en la vuestra, como un vecino más,

no habrá mejor cofradía, ni habrá mejor hermandad,

la que nació aquellos días, Semana Santa bendita, la que se puso el costal,

sin importar si creía o si sabía rezar, y mostró su gallardía, la que ayudó a los demás,

la de Jesús y María, la que no quiso llorar y levantó Andalucía,

hija leal tierra mía de España y la Humanidad”.

La Semana Santa

 

La Semana Santa es el momento litúrgico más intenso de todo el año. Sin embargo, para muchos católicos se ha convertido sólo en una ocasión de descanso y diversión. Se olvidan de lo esencial: esta semana la debemos dedicar a la oración y la reflexión en los misterios de la Pasión y Muerte de Jesús para aprovechar todas las gracias que esto nos trae.
Para vivir la Semana Santa, debemos darle a Dios el primer lugar y participar en toda la riqueza de las celebraciones propias de este tiempo litúrgico.
A la Semana Santa se le llamaba en un principio “La Gran Semana”. Ahora se le llama Semana Santa o Semana Mayor y a sus días se les dice días santos. Esta semana comienza con el Domingo de Ramos y termina con el Domingo de Pascua.
 
Vivir la Semana Santa es acompañar a Jesús con nuestra oración, sacrificios y el arrepentimiento de nuestros pecados. Asistir al Sacramento de la Penitencia en estos días para morir al pecado y resucitar con Cristo el día de Pascua.
 
Lo importante de este tiempo no es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección, que es primicia de la nuestra.
 
La Semana Santa fue la última semana de Cristo en la tierra. Su Resurrección nos recuerda que los hombres fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios.
 
Domingo de Ramos:
Celebramos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén en la que todo el pueblo lo alaba como rey con cantos y palmas. Por esto, nosotros llevamos nuestras palmas a la Iglesia para que las bendigan ese día y participamos en la misa.
 

Jueves Santo:

Este día recordamos la Última Cena de Jesús con sus apóstoles en la que les lavó los pies dándonos un ejemplo de servicialidad. En la Última Cena, Jesús se quedó con nosotros en el pan y en el vino, nos dejó su cuerpo y su sangre. Es el jueves santo cuando instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio. Al terminar la última cena, Jesús se fue a orar, al Huerto de los Olivos. Ahí pasó toda la noche y después de mucho tiempo de oración, llegaron a aprehenderlo.

 

 

Viernes Santo:

Ese día recordamos la Pasión de Nuestro Señor: Su prisión, los interrogatorios de Herodes y Pilato; la flagelación, la coronación de espinas y la crucifixión. Lo conmemoramos con un Via Crucis solemne y con la ceremonia de la Adoración de la Cruz.

 

 

Sábado Santo o Sábado de Gloria:

Se recuerda el día que pasó entre la muerte y la Resurrección de Jesús. Es un día de luto y tristeza pues no tenemos a Jesús entre nosotros. Las imágenes se cubren y los sagrarios están abiertos. Por la noche se lleva a cabo una vigilia pascual para celebrar la Resurrección de Jesús. Vigilia quiere decir “ la tarde y noche anteriores a una fiesta.”. En esta celebración se acostumbra bendecir el agua y encender las velas en señal de la Resurrección de Cristo, la gran fiesta de los católicos.

Domingo de Resurrección o Domingo de Pascua:

Es el día más importante y más alegre para todos nosotros, los católicos, ya que Jesús venció a la muerte y nos dio la vida. Esto quiere decir que Cristo nos da la oportunidad de salvarnos, de entrar al Cielo y vivir siempre felices en compañía de Dios. Pascua es el paso de la muerte a la vida.

 

 

¿Por qué la Semana Santa cambia de fecha cada año?

El pueblo judío celebraba la fiesta de pascua en recuerdo de la liberación de la esclavitud de Egipto, el día de la primera luna llena de primavera. Esta fecha la fijaban en base al año lunar y no al año solar de nuestro calendario moderno. Es por esta razón que cada año la Semana Santa cambia de día, pues se le hace coincidir con la luna llena.

En la fiesta de la Pascua, los judíos se reunían a comer cordero asado y ensaladas de hierbas amargas, recitar bendiciones y cantar salmos. Brindaban por la liberación de la esclavitud.

Jesús es el nuevo cordero pascual que nos trae la nueva liberación, del pecado y de la muerte.

 

¿Sabía que puede obtener indulgencia plenaria en Semana Santa?

 

Durante la Semana Santa se puede obtener para uno mismo o para los difuntos el don de la indulgencia plenaria si se realiza una de las siguientes obras establecidas por la Santa Sede.

Una indulgencia plenaria es una gracia que concede la Iglesia, por los méritos de Jesucristo, de María y todos los santos, para borrar la pena temporal que queda como consecuencia del pecado. La indulgencia aplica a pecados ya perdonados.

 

Jueves Santo

  1. Si durante la solemne reserva del Santísimo Sacramento, que sigue a la Misa de la Cena del Señor, se recita o canta el himno eucarístico del “Tantum Ergo” (“Adorad Postrados”).
  2. Si se visita por espacio de media hora el Santísimo Sacramento reservado en el Monumento para adorarlo.

 

 

Viernes Santo

Si el Viernes Santo se asiste piadosamente a la adoración de la Cruz en la solemne celebración de la Pasión del Señor.

 

Sábado Santo

El rezo de dos o más personas del Santo Rosario.

Vigilia Pascual

Si se asiste a la celebración de la Vigilia Pascual (Sábado Santo por la noche) y en ella se renuevan las promesas del Santo Bautismo.

 

Condiciones:

Para ganar la indulgencia plenaria además de haber realizado la obra enriquecida se requiere el cumplimiento de las siguientes condiciones:

  1. Exclusión de todo afecto hacia cualquier pecado, incluso venial.
  2. Confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Papa. Estas tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de la ejecución de la obra para ganar la indulgencia; pero conviene que la comunión y la oración se realicen el mismo día en que se cumple la obra.

Es oportuno señalar que con una sola confesión sacramental pueden ganarse varias indulgencias.

Conviene, no obstante, que se reciba frecuentemente la gracia del sacramento de la Penitencia, para ahondar en la conversión y en la pureza de corazón. En cambio, con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Santo Padre solo se gana una Indulgencia Plenaria.

La condición de orar por las intenciones del Sumo Pontífice se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y Avemaría; pero se concede a cada fiel cristiano la facultad de rezar cualquier otra fórmula, según su piedad y devoción.