Solemnidad de Cristo Rey

Solemnidad de Cristo Rey

Reflexión del padre Antonio Rivero

 

Textos: Ez 34, 11- 12.15-17; 1 Co 15, 20-26.28; Mt 25, 31-46

Idea principal

Cristo es Rey…pero muy distinto a nuestros reyes y jefes de estado.

Síntesis del mensaje: La Iglesia católica celebra hoy con gran júbilo la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, con la cual se cierra el año litúrgico. De este modo la liturgia conmemora, cada año, el misterio completo de la Redención del género humano, desde la espera de la venida del Salvador, o sea el Adviento, hasta la celebración del reinado universal y eterno de Jesucristo.

Fiesta instituida por el papa Pío XI en 1925. “Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat”. Ahí están los vítores escritos con bronce triunfal en el obelisco de Heliópolis, hincado en la Plaza de san Pedro.

 

Puntos de la idea principal

En primer lugar, Jesús habló muchas veces -90 sólo en el evangelio de san Mateo- de “el Reino de los cielos”. Y eso porque no podía decir lo que quería – “El Reino de Dios”-, y eso porque el judío tenía tal piedad, respeto y miedo a Dios que ni a mencionarlo se atrevía.

Pero del título de rey, Jesús huía. Tras la multiplicación de los panes, los estómagos agradecidos quisieron nombrarle rey, pero Él puso tierra de por medio y se perdió en la montaña. De reyes, jefes de Estado, presidentes de naciones, políticos…Jesús tenía mala opinión; los llamó “tiranos” y “opresores” (cf. Mt 2025).

Otro día, incitó a la gente contra su propio rey, Herodes: “Id y decid a ese zorro… (Lc 13, 32). Cristo sólo una vez aceptó la corona, el cetro y el manto, y eso porque el manto era un trapo viejo, el cetro una caña rota y la corona era de espinas. Pilatos le sacó así en público: “Aquí tenéis a vuestro rey”.

En segundo lugar, el verdadero reinado Cristo lo quiere instaurar en la conciencia, en el corazón y en la vida de los hombres, de todo hombre. Ese es el único Cristo Rey, esa es la única victoria, reino e imperio que le importa al mundo, a la Iglesia y a Dios.

Cristo quiere reinar en cada familia y poner su reinado de amor y paz, desterrando toda pelea, divisiones y egoísmo. Cristo quiere reinar en cada joven y poner su reinado de pureza y alegría, desterrando toda miseria y desenfreno moral.

Cristo quiere reinar en cada comunidad eclesial y poner su reinado de unión, desterrando envidias, pujas, murmuraciones y ansias de protagonismo. Cristo quiere reinar en cada obispo, sacerdote, diácono y poner su reinado de servicio humilde, desterrando todo autoritarismo y ansias de carrerismo y ambiciones.

Cristo quiere reinar en cada laico, aunque sea incrédulo, ateo, agnóstico. Cristo quiere reinar en cada asilo de ancianos y poner ternura y cuidado amoroso, desterrando la ideología del descarte. Cristo quiere reinar en cada hospital y poner paciencia, alivio e interés por el enfermo.

Cristo quiere reinar en cada Parlamento y poner su reinado de justicia y de verdad, desterrando toda explotación, venganza y ansias de dominio. Cristo quiere reinar en cada nación, instaurando su libertad en este mundo que quiere enarbolar la bandera del liberalismo; venciendo, con la fe y el amor, el marxismo comunista que ha dejado millones de muertes y naciones enteras devastadas.

Y ante este Nuevo Orden Mundial que nos quiere imponer (aborto, eutanasia, homosexualidad aprobada e incentivada, ingeniería genética sin límites…), Cristo quiere reafirmar su Reinado verdadero, ganado con su sangre bendita.

Finalmente, Cristo sobre todo quiere reinar en nuestra vida. Sobre nuestra mente, para que tengamos los criterios de Cristo. Sobre nuestra afectividad, para que nuestros amores sean los de Cristo. Sobre nuestra voluntad, para que nuestras decisiones sean como las de Cristo. Sobre nuestra familia, a ti consagrada.

 

Para reflexionar

¿Dejaremos reinar a Cristo en nuestra vida o preferimos ser nosotros rey de nuestras decisiones? ¿Qué ganamos si Cristo es nuestro Rey? ¿Qué perdemos si Él no es nuestro Rey?

 

Para rezar

Señor, quiero gritar como nuestros hermanos mártires de España y de México cuando eran torturados: “¡Viva Cristo Rey!”. Gracias, por haberme escogido como súbdito de tu Reino. Perdóname por las veces que seguí a otros reyes: el rey de copas del placer; el rey de espadas de la violencia; el rey de oro del dinero. Prometo en este día serte fiel hasta la muerte, con la ayuda de tu gracia.